jueves, 3 de enero de 2008

La vida viuda

la vida.
Sabroso dolor
pero dolor al fin,
al final de la batalla
y al principio de toda marcha,
como aquella luz
que nos lastima al nacer.
Una muerte que no es menos que un misterio placentero y amenazante
“dirían”
aquellos que lucharon
hasta que la sangre se les estancara en las venas...
y están esos otros,
esos que mueren
dejándose ir
con una sonrisa eterna.

A mi el corazón se me acelera
de tan solo pensar
esta historia sin vida
de casi dos décadas de escasos recuerdos
y de pequeñas agonías,
de dientes apretados
y de gritos que nunca salieron de mi boca.

La muerte como transición.
La vida como expectativa
y como pregunta también...

¿Si acaso la vida es pregunta;
será la muerte respuesta?



Divagamos en la duda,
desgastados,
perdidos en el tiempo de las preguntas
“ese tiempo que se nos pasa
sin avisos y sin paradas,
siendo tiempo, tiempo destino
y nada más...

y es el tiempo quien determina,
quien subyuga,
quien domina
y no habrá quien pueda
caminar delante del tiempo
sin encontrarlo también por detrás...”
nos posamos en los rincones del insomnio
mientras la mente, como el mercurio,
crea formas,
se dispersa,
se contrae,
inventa monstruos,
demonios que atentan contra nosotros mismos,
que nos muestran aquel lado insustancial,
oscuro,
plagado de miserias,
repleto de corrupción,
polución.

Es la incertidumbre que nos acecha,
que nos empuja a correr por los pasillos de la mente
¿pero hacia dónde vamos?
¿dejaré alguna huella de mis pisadas
o simplemente pasare desapercibidamente por esta vida como la hoja que se pierde dentro de la hojarasca?

La muerte como transición.
La vida como expectativa
y como pregunta también.